Max Vollmberg (1882)

Max Vollmberg (1882)

Max Vollmberg nació en Berlín (Alemania), el 3 de septiembre de 1882. Fue discípulo de Philipp Meyerheim y de Lovis Corinth, pero después pasó a la capital francesa, donde siguió sus estudios de artes con Jean-Paul Laurens.

Dedicado a la ilustración de libros, entre 1912 y 1920 viajó por Centroamérica, cuando se dedicó a registrar paisajes, poblaciones y sitios arqueológicos en acuarelas y óleos, muchos de los cuales, de acuerdo al autor, permanecieron “diseminados por el mundo, en posesión de particulares.”

El 22 de abril de 1919, en la Universidad de El Salvador inauguró una exposición pictórica con 39 de sus cuadros. Al año siguiente, publicó en Alemania un álbum con 40 de sus acuarelas, 17 de las cuales son paisajes salvadoreños. Además, dio a prensas otros trabajos, como Montezumas Schale; Indianergeschichten von heute nach persönlichen Erlebnissen auf 15 jährigen Reisen (1931), Quetzales und Vulkane Ein Maler reist durchs Mayaland (1932) y Der Tiger von Caballo blanco (1932).

Hay dudas acerca de su lugar y fecha de muerte, debido a que durante la Segunda Guerra Mundial hizo emisiones radiofónicas desde Berlín, mientras que ilustraciones suyas aparecieron publicadas en libros entre 1944 y 1957.

Vista a San Salvador, 1918, Óleo sobre lienzo, 48.5 x 95 cm, Colección privada

Durante su estancia en la Finca Santa Lucía, en San Salvador, el 29 de marzo de 1920, se describió a sí mismo en tercera persona: “…Empujado por el deseo de ver mundo, encaminó, lleno de confianza y entusiasmo, sus pasos hacia aquellos países. Allá le retuvieron por muchos años circunstancias tan extraordinarias como inesperadas, y así tuvo ocasión de penetrar cada día más en el estudio y la admiración de las bellezas naturales de Centro América, de cuyo poético encanto gozó con toda su alma …Casi siempre viajaba solo… acompañado únicamente por su caja de colores de acuarela, su pequeña maleta de viaje y su caballo. El resto de su equipaje, que había quedado atrás, le era enviado en mulas o carretas tiradas por bueyes. Ni el calor, ni la sed, ni el polvo, ni la lluvia existían para él durante el trabajo.Supo soportar resignadamente, sólo por satisfacer su sed de impresiones artísticas, mil dificultades y contratiempos, que ordinariamente suelen evitar con cuidado los europeos que viajan por los países tropicales. … Para él ha sido Centro América una tierra vestida siempre de fiesta, una tierra de luz, de color y de sol, tierra de sol resplandeciente, que todo lo embellece y ennoblece”.