Toño Salazar (1897-1986)
Antonio “Toño” Salazar nació el 1 de junio de 1897, en Guatemala. A los cuatro años, quedó huérfano de padre y madre, vivió con algunas penurias, bajo la protección del obispo de San Salvador, monseñor Adolfo Pérez y Aguilar, quien era primo de su madre. En compañía de su primo Salvador Salazar Arrué (Salarrué), recibió conocimientos básicos de pintura y dibujo en la escuela dirigida por el moscovita-parisiense Spiro Rossolimo, llegado al país en junio de 1915 y cuya institución comenzó a funcionar en agosto del mismo año.Con el apoyo directo del pintor alemán Max Vollmberg y del escritor salvadoreño Arturo Ambrogi, en 1919 realizó su primera exposición de caricaturas en el foyer del Teatro Colón, situado en la manzana oriental del actual parque Barrios.
Después de su primera exposición en San Salvador, viajó con apoyo del gobierno a México, donde pasó por un importante proceso formativo en medio de una bullente cultura marcada por el sello de la Revolución Mexicana. Eso marcó a Toño. Luego viajó a París, donde hizo dibujos de los personajes de las vanguardias artísticas, que le valieron celebridad. Cuatro meses después de su llegada, Salazar publicó en Comedia, el primer diario de la vida artística parisiense.
En Nueva York colaboró para Vanity Fair en los años de la Gran Depresión. Cuando en 1940 los alemanes cruzaron la línea defensiva francesa Maginot, Salazar estaba en Buenos Aires (Argentina) y hacía ilustraciones y caricaturas para La Razón y La Prensa de Buenos Aires. A causa de sus sátiras políticas contra Franco, Hitler, Mussolini y el general Juan Domingo Perón en los periódicos Pregón, Crítica, Argentina Libre y Anti Nazi, Salazar fue expulsado el 24 de mayo de 1945 por el gobierno militar hacia Montevideo (Uruguay). Intelectuales y artistas de Argentina y Latinoamérica (Rafael Alberti, Alberto Girri, Margarita Xirgu, Atahualpa Yupanqui y Jorge Luis Borges, entre muchos otros) firmaron o se adhirieron a un manifiesto de solidaridad con Salazar. Al año siguiente, en Montevideo, Salazar anunció el fin de su carrera de caricaturista político. Después de ilustrar Leyendas de Guatemala (1945) de Miguel Ángel Asturias, se propuso ilustrar El Quijote, de Miguel de Cervantes, y La isla del tesoro de Robert L. Stevenson.
En 1950, volvió a pasar penurias económicas. Una jugada maestra de su amigo salvadoreño Julio Fausto Fernández, apoyado por Gabriela Mistral, consiguió que Salazar fuera nombrado cónsul en Uruguay. El 12 de octubre de 1953, después de 33 años de ausencia, Salazar regresó a El Salvador. Sus amigos y admiradores lo recibieron como un héroe. Pasó unos meses en el país, antes de asumir un puesto en la embajada salvadoreña en París. Estaba en plena madurez y en uso de sus facultades creativas, pero su trabajo artístico sufrió una declinación a raíz del mal de Parkinson. Toño se conservó activo hasta mediados de la década de 1970. Entre 1971 y 1978 escribió sus memorias, ilustradas por él mismo en La Prensa Gráfica, un diario de San Salvador, con las que entregó a prensas más de un centenar de caricaturas que conservaban su genialidad. Falleció en Santa Tecla, el 31 de diciembre de 1986